Franz Kafka

    Investigaciones de un perro


    2019, 96 pp.  

    isbn-artesanal: 978-987-47103-3-8 

    isbn-epub: 978-987-47103-7-6

     

    Una cosa es cierta: de entre las creaciones de Kafka,

    los animales son los que más reflexionan.

     Walter Benjamin,  Franz Kafka. Buenos Aires: Buchwald, 2017


    Entre 1920 y 1922, Kafka escribió una serie de textos que, marcados por la experiencia de la tuberculosis y el inminente deterioro de su salud, parecen explorar su relación con el arte y rever su trayectoria como escritor. La mayoría de los textos de esta última fase de escritura pertenecen a un contexto formal y temático común: “Primer sufrimiento”, “Un artista del hambre”, “Josefina la cantante o el pueblo de los ratones” y “La obra” son narraciones en las que la culpa y el motivo del castigo (presentes, por ejemplo, en La metamorfosis) son reemplazados por la reflexión punzante sobre las contradicciones de la vida del artista.


    Las Investigaciones de un perro carecen de esa tristeza y oscuridad tan distintivas de la obra de Kafka. La narración es, más bien, el documento de una crisis personal y artística. En la primavera de 1922, Kafka le cuenta a su amigo Robert Klopstock en una carta que para “salvarse de lo que se conoce como nervios” [vor dem, was man Nerven nennt, zu retten], ha vuelto a escribir. Unos meses después, tuvo que dejar de trabajar debido al estado de su salud. La actividad artística, uno de los temas de más peso en su obra, se instaló en su vida con una doble urgencia existencial: tenía el tiempo que siempre quiso para dedicarse a la escritura y, al mismo tiempo, la conciencia –y quizá la certeza– de que no viviría mucho tiempo más. En las Investigaciones, Kafka canaliza esa experiencia en una narración que explora la condición “burguesa” del trabajo y su antinomia, la artística.


    Múltiples son las lecturas que se han hecho de este relato en clave de parábola e, incluso, de fábula, entre otras. Pero una de ellas merece nuestra atención. La idea central que subyace a la construcción de la historia es sencilla: en el texto, los perros y, sobre todo, el perro investigador-narrador no conocen la existencia de los humanos. Si uno corrige este punto ciego en su percepción e interpretación de la realidad, los “enigmas de la existencia” que tanto atormentan al narrador se podrían decodificar fácilmente: los misteriosos “perros músicos” no son más que animales entrenados de un circo; los inentendibles “perros del aire” son perros toy que sus dueños llevan en brazos; el perro “cazador” es simplemente un perro amaestrado para la caza; el alimento, cuya fuente el narrador investiga con tanto ahínco, es simplemente arrojado a los perros por los humanos.


    La obra podría resumirse con esta simple analogía: perros-humanos = humanos-X. Sin embargo, en Kafka, X no puede ser simplemente equiparado con “Dios”. Más bien, X sigue siendo una entidad desconocida que trasciende nuestro potencial cognitivo. Aun así, las observaciones del perro investigador atestiguan que existe una diferencia –con sus consecuencias sociales y emocionales– si se orienta o no la vida hacia tal entidad.


    Como en otros de sus textos, en las Investigación de un perro, Kafka parece criticar el reduccionismo de una cosmovisión racional-secular y sus tan negativas consecuencias.

    Kafka - Investigaciones de un perro

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    Franz Kafka

    Investigaciones de un perro


    2019, 96 pp.  

    isbn-artesanal: 978-987-47103-3-8 

    isbn-epub: 978-987-47103-7-6

     

    Una cosa es cierta: de entre las creaciones de Kafka,

    los animales son los que más reflexionan.

     Walter Benjamin,  Franz Kafka. Buenos Aires: Buchwald, 2017


    Entre 1920 y 1922, Kafka escribió una serie de textos que, marcados por la experiencia de la tuberculosis y el inminente deterioro de su salud, parecen explorar su relación con el arte y rever su trayectoria como escritor. La mayoría de los textos de esta última fase de escritura pertenecen a un contexto formal y temático común: “Primer sufrimiento”, “Un artista del hambre”, “Josefina la cantante o el pueblo de los ratones” y “La obra” son narraciones en las que la culpa y el motivo del castigo (presentes, por ejemplo, en La metamorfosis) son reemplazados por la reflexión punzante sobre las contradicciones de la vida del artista.


    Las Investigaciones de un perro carecen de esa tristeza y oscuridad tan distintivas de la obra de Kafka. La narración es, más bien, el documento de una crisis personal y artística. En la primavera de 1922, Kafka le cuenta a su amigo Robert Klopstock en una carta que para “salvarse de lo que se conoce como nervios” [vor dem, was man Nerven nennt, zu retten], ha vuelto a escribir. Unos meses después, tuvo que dejar de trabajar debido al estado de su salud. La actividad artística, uno de los temas de más peso en su obra, se instaló en su vida con una doble urgencia existencial: tenía el tiempo que siempre quiso para dedicarse a la escritura y, al mismo tiempo, la conciencia –y quizá la certeza– de que no viviría mucho tiempo más. En las Investigaciones, Kafka canaliza esa experiencia en una narración que explora la condición “burguesa” del trabajo y su antinomia, la artística.


    Múltiples son las lecturas que se han hecho de este relato en clave de parábola e, incluso, de fábula, entre otras. Pero una de ellas merece nuestra atención. La idea central que subyace a la construcción de la historia es sencilla: en el texto, los perros y, sobre todo, el perro investigador-narrador no conocen la existencia de los humanos. Si uno corrige este punto ciego en su percepción e interpretación de la realidad, los “enigmas de la existencia” que tanto atormentan al narrador se podrían decodificar fácilmente: los misteriosos “perros músicos” no son más que animales entrenados de un circo; los inentendibles “perros del aire” son perros toy que sus dueños llevan en brazos; el perro “cazador” es simplemente un perro amaestrado para la caza; el alimento, cuya fuente el narrador investiga con tanto ahínco, es simplemente arrojado a los perros por los humanos.


    La obra podría resumirse con esta simple analogía: perros-humanos = humanos-X. Sin embargo, en Kafka, X no puede ser simplemente equiparado con “Dios”. Más bien, X sigue siendo una entidad desconocida que trasciende nuestro potencial cognitivo. Aun así, las observaciones del perro investigador atestiguan que existe una diferencia –con sus consecuencias sociales y emocionales– si se orienta o no la vida hacia tal entidad.


    Como en otros de sus textos, en las Investigación de un perro, Kafka parece criticar el reduccionismo de una cosmovisión racional-secular y sus tan negativas consecuencias.

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