Kazimir Malévich

    El mundo no objetivo

    Bauhausbücher IV  

    2023, 144 pp.  

    isbn: 978-987-48649-5-6


    En Europa central, a mediados de los años 20, el contexto intelectual y artístico en torno a las vanguardias veía cómo las visiones utópicas se desvanecían a medida que el pragmatismo y los nuevos conceptos en relación a la función social del arte ganaban fuerza. Comenzaba una nueva era de objetivos que parecían priorizar cuestiones materiales y presupuestarias sobre las grandes utopías.

    Fue en ese contexto que, en 1927, Kazimir Malévich (1879-1935) viajó a Alemania para inaugurar su única exposición individual en Berlín y visitar la escuela Bauhaus en Dessau. Como artista de vanguardia, Malévich fue víctima de la hostilidad institucional en la Unión Soviética y esperaba encontrar un clima más favorable fuera de su tierra. Pero la recepción de su obra estuvo lejos del entusiasmo extático con el que Lissitzky, el colectivo UNOVIS y van Doesburg habían recibido al suprematismo. El cuadrado negro había perdido su poder. Las utopías asociadas a él habían desaparecido.  


    Malévich claramente desconocía lo que estaba pasando en Alemania y, en particular, en la Bauhaus. Gropius preparaba silenciosamente su retiro, y además de la polarización política, el vigente funcionalismo racionalizado, el pragmatismo industrial y el servicio al consumidor se estaban convirtiendo en los principios vigentes de la escuela. Crecía la tensión entre los artistas y sus colegas arquitectos y diseñadores. Así que durante su estancia en la Bauhaus, sus reflexiones puramente estéticas y espirituales no podían sino resonar como anticuadas, recordándoles un conflicto que, en lo que a Gropius se refiere, ya era un capítulo cerrado (el enfrentamiento con Itten y su impresionismo espiritual). 

     

    La publicación de El mundo no objetivo (1927) como parte de la colección de los libros de la Bauhaus se concretó más bien porque en Alemania se pensaba en Malévich como un clásico vivo en lugar de una personalidad activa en la escena del arte. Hans von Riese tradujo los dos textos al alemán. En una carta que le escribió a Moholy-Nagy, uno de los editores de la colección, el traductor comenta que “trataría de convencer al Sr. Malévich de que muchas cosas que son importantes y relevantes en Rusia son superfluas o, al menos, carecen de interés en Alemania”. Malévich no estuvo de acuerdo con una serie de modificaciones que se le pidió. Sin embargo, en la edición final se acortó el texto original. Y se publicó con la siguiente nota editorial: "Aunque la presente obra del famoso pintor ruso Malévich difiere en cuestiones fundamentales con nuestro punto de vista, nos complace poder publicarla en la colección Bauhausbücher (...)


    Malévich dice:

    “Para el suprematista, el medio de representación apropiado será siempre el que dé la máxima expresión posible a la sensibilidad y el que ignore la objetividad habitual de los objetos (…) Llega a un “desierto” donde no se puede conocer nada más que la sensibilidad. Todo lo que determinaba la estructura objetivo-ideal de la vida y del “arte”: ideas, conceptos y representaciones... todo lo ha rechazado, para atender la sensibilidad pura.”

     

    Rescatamos y leemos hoy a Malévich para hallar, en esa radicalidad poco frecuente en estos tiempos, una vibración ignota de nuestra sensibilidad que nos indique cómo y por qué romper con una realidad material que se nos presenta única e indispensable, que se nos impone sin permiso. El pensamiento estético de Malévich sigue, quizás a su pesar, sentando bases para las transformaciones por venir.

    Kazimir Malévich, El mundo no objetivo

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    Kazimir Malévich

    El mundo no objetivo

    Bauhausbücher IV  

    2023, 144 pp.  

    isbn: 978-987-48649-5-6


    En Europa central, a mediados de los años 20, el contexto intelectual y artístico en torno a las vanguardias veía cómo las visiones utópicas se desvanecían a medida que el pragmatismo y los nuevos conceptos en relación a la función social del arte ganaban fuerza. Comenzaba una nueva era de objetivos que parecían priorizar cuestiones materiales y presupuestarias sobre las grandes utopías.

    Fue en ese contexto que, en 1927, Kazimir Malévich (1879-1935) viajó a Alemania para inaugurar su única exposición individual en Berlín y visitar la escuela Bauhaus en Dessau. Como artista de vanguardia, Malévich fue víctima de la hostilidad institucional en la Unión Soviética y esperaba encontrar un clima más favorable fuera de su tierra. Pero la recepción de su obra estuvo lejos del entusiasmo extático con el que Lissitzky, el colectivo UNOVIS y van Doesburg habían recibido al suprematismo. El cuadrado negro había perdido su poder. Las utopías asociadas a él habían desaparecido.  


    Malévich claramente desconocía lo que estaba pasando en Alemania y, en particular, en la Bauhaus. Gropius preparaba silenciosamente su retiro, y además de la polarización política, el vigente funcionalismo racionalizado, el pragmatismo industrial y el servicio al consumidor se estaban convirtiendo en los principios vigentes de la escuela. Crecía la tensión entre los artistas y sus colegas arquitectos y diseñadores. Así que durante su estancia en la Bauhaus, sus reflexiones puramente estéticas y espirituales no podían sino resonar como anticuadas, recordándoles un conflicto que, en lo que a Gropius se refiere, ya era un capítulo cerrado (el enfrentamiento con Itten y su impresionismo espiritual). 

     

    La publicación de El mundo no objetivo (1927) como parte de la colección de los libros de la Bauhaus se concretó más bien porque en Alemania se pensaba en Malévich como un clásico vivo en lugar de una personalidad activa en la escena del arte. Hans von Riese tradujo los dos textos al alemán. En una carta que le escribió a Moholy-Nagy, uno de los editores de la colección, el traductor comenta que “trataría de convencer al Sr. Malévich de que muchas cosas que son importantes y relevantes en Rusia son superfluas o, al menos, carecen de interés en Alemania”. Malévich no estuvo de acuerdo con una serie de modificaciones que se le pidió. Sin embargo, en la edición final se acortó el texto original. Y se publicó con la siguiente nota editorial: "Aunque la presente obra del famoso pintor ruso Malévich difiere en cuestiones fundamentales con nuestro punto de vista, nos complace poder publicarla en la colección Bauhausbücher (...)


    Malévich dice:

    “Para el suprematista, el medio de representación apropiado será siempre el que dé la máxima expresión posible a la sensibilidad y el que ignore la objetividad habitual de los objetos (…) Llega a un “desierto” donde no se puede conocer nada más que la sensibilidad. Todo lo que determinaba la estructura objetivo-ideal de la vida y del “arte”: ideas, conceptos y representaciones... todo lo ha rechazado, para atender la sensibilidad pura.”

     

    Rescatamos y leemos hoy a Malévich para hallar, en esa radicalidad poco frecuente en estos tiempos, una vibración ignota de nuestra sensibilidad que nos indique cómo y por qué romper con una realidad material que se nos presenta única e indispensable, que se nos impone sin permiso. El pensamiento estético de Malévich sigue, quizás a su pesar, sentando bases para las transformaciones por venir.

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