Sobre la imagen de Proust - El narrador

    Textos V  

    2020, 96 pp.  

    isbn: 978-987-47682-1-6


    El 15 de marzo de 1929, Benjamin le escribió a su amigo Gershom Scholem: “actualmente trabajo en el hilado de algunos arabescos sobre Proust”. El hilado y el tejido, la ornamentación y el arabesco son motivos centrales en “Sobre la imagen de Proust”, cuyo título original, “Zum Bilde Proust”, puede leerse y traducirse, por lo menos, de dos formas: como un “Para la imagen Proust” y como un “Hacia la imagen de Proust”. Aunque, en realidad, consideramos que el texto abarca ambas interpretaciones. Por un lado, “para” denota el objetivo que tenía Benjamin de hacer un retrato, la fisonomía de Proust. Por otro, se trata de un acercamiento, un “hacia” la imagen que el propio Proust crea de sí mismo y su obra: como poética, pero también, como universo ficcional producto de un trabajo específico de rememoración. Como se verá, en este doble sentido de la imagen de Proust se encuentra el germen de una categoría central en el pensamiento benjaminiano: la imagen dialéctica.

     

    Benjamin enfatiza la originalidad de la imagen de Proust (“para”) en relación al contexto artístico de los años 20. La imagen de Proust no es ni impresionista ni expresionista ni tampoco surrealista o constructivista, de hecho, la primera oración del ensayo dice que “los trece volúmenes de À la Recherche du Temps perdu... son el resultado de una síntesis inconstruible”. Lo que caracteriza a la imagen de Proust es su tensión temporal interna, su polarización histórica en el chock que la mémoire involontaire (de la rememoración) genera. Mientras que el montaje típico de una imagen de la época se basa en la yuxtaposición, es decir, en la sincronía; la polarización en Proust radica en el entrelazamiento de dos tiempos (pasado y presente), en la diacronía. Cómo no pensar en la madeleine de Proust. Sería una expresión ejemplar de la imagen dialéctica benjaminiana si pasáramos por alto el hecho de que ésta es una expresión exclusivamente del lenguaje. Para leer una imagen dialéctica, habría que recuperar el tiempo prehistórico, incluso el inconsciente, porque las imágenes son experiencias colectivas, como lo son las narraciones.

    El ensayo “El narrador” complementa este libro y nos sirve para “acercarnos” a esa otra imagen de Proust, la que es producto del trabajo de rememoración. “[La memoria eterna del novelista] está dedicada a un solo héroe, a una sola odisea o a una sola lucha; la segunda [la del narrador], a los muchos y dispares eventos. En otras palabras, es la rememoración [Eingedenken] que, como lo aonio de la novela, se une a la memoria [Gedächtnis], el elemento aonio de la historia, después de que, con la desintegración de las epopeyas, la unidad de su origen en el recuerdo [Erinnerung] se haya separado.” Es decir: al perderse la capacidad de narrar historias que se funda en el recuerdo y la cadena de la tradición oral, es en la épica donde se va a unificar lo particular con lo colectivo, en el caso de À la Recherche du Temps perdu, con la experiencia auto-ficcional de su autor.

     

    Aquí Benjamin vuelve a jugar con el sentido de los términos: Ein-gedenken es, entre otras cosas, “recordar Ein-heiten, singularidades”. Sin embargo, esas singularidades que sólo habitan la obra ficcional se funden con la memoria histórica de los lectores. De modo que la originalidad de la categoría Eingedenken de Benjamin radica en su expansión de la narración individual (biográfica o ficcional-biográfica) a una colectiva.

     

    Benjamin venía trabajando en el tema del narrador desde finales de la década del 20. Como muchas otras obras que escribió en el exilio, en “El narrador” entrelaza reflexiones teóricas, literarias, culturales y mediáticas que hace mucho tiempo lo tenían ocupado. En algunos de estos trabajos, incluso había planteado la tesis de su ensayo: la narración está llegando a su fin. Esta idea debería conducir a una nueva teoría de la narración, opuesta a la teoría de la novela de Georg Lukács. Los diecinueve capítulos que conforman este texto pueden ser vistos como Denkbruchstücken [fragmentos de pensamiento]. 

    Son los mismos arabescos entrelazados que conforman la imagen de Proust. En “El narrador” tejer e hilar no pueden entenderse sino como una actividad en comunidad. Una comunidad basada en una comunicación artesanal, en donde el tejido es la síntesis de la unión entre la materia, el espacio y el tiempo. Benjamin contrapone la narración no sólo a la novela, sino también a la información: espontánea, local y con pretensiones de ser verificable. La novela genera lectores en soledad; la información, individuos ansiosos de novedad; la narración, un colectivo. Y las experiencias colectivas son las que tienen la llave para acceder a un despertar político que conduzca a una praxis transformadora del presente.

    Benjamin - Sobre la imagen de Proust / El narrador

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    Sobre la imagen de Proust - El narrador

    Textos V  

    2020, 96 pp.  

    isbn: 978-987-47682-1-6


    El 15 de marzo de 1929, Benjamin le escribió a su amigo Gershom Scholem: “actualmente trabajo en el hilado de algunos arabescos sobre Proust”. El hilado y el tejido, la ornamentación y el arabesco son motivos centrales en “Sobre la imagen de Proust”, cuyo título original, “Zum Bilde Proust”, puede leerse y traducirse, por lo menos, de dos formas: como un “Para la imagen Proust” y como un “Hacia la imagen de Proust”. Aunque, en realidad, consideramos que el texto abarca ambas interpretaciones. Por un lado, “para” denota el objetivo que tenía Benjamin de hacer un retrato, la fisonomía de Proust. Por otro, se trata de un acercamiento, un “hacia” la imagen que el propio Proust crea de sí mismo y su obra: como poética, pero también, como universo ficcional producto de un trabajo específico de rememoración. Como se verá, en este doble sentido de la imagen de Proust se encuentra el germen de una categoría central en el pensamiento benjaminiano: la imagen dialéctica.

     

    Benjamin enfatiza la originalidad de la imagen de Proust (“para”) en relación al contexto artístico de los años 20. La imagen de Proust no es ni impresionista ni expresionista ni tampoco surrealista o constructivista, de hecho, la primera oración del ensayo dice que “los trece volúmenes de À la Recherche du Temps perdu... son el resultado de una síntesis inconstruible”. Lo que caracteriza a la imagen de Proust es su tensión temporal interna, su polarización histórica en el chock que la mémoire involontaire (de la rememoración) genera. Mientras que el montaje típico de una imagen de la época se basa en la yuxtaposición, es decir, en la sincronía; la polarización en Proust radica en el entrelazamiento de dos tiempos (pasado y presente), en la diacronía. Cómo no pensar en la madeleine de Proust. Sería una expresión ejemplar de la imagen dialéctica benjaminiana si pasáramos por alto el hecho de que ésta es una expresión exclusivamente del lenguaje. Para leer una imagen dialéctica, habría que recuperar el tiempo prehistórico, incluso el inconsciente, porque las imágenes son experiencias colectivas, como lo son las narraciones.

    El ensayo “El narrador” complementa este libro y nos sirve para “acercarnos” a esa otra imagen de Proust, la que es producto del trabajo de rememoración. “[La memoria eterna del novelista] está dedicada a un solo héroe, a una sola odisea o a una sola lucha; la segunda [la del narrador], a los muchos y dispares eventos. En otras palabras, es la rememoración [Eingedenken] que, como lo aonio de la novela, se une a la memoria [Gedächtnis], el elemento aonio de la historia, después de que, con la desintegración de las epopeyas, la unidad de su origen en el recuerdo [Erinnerung] se haya separado.” Es decir: al perderse la capacidad de narrar historias que se funda en el recuerdo y la cadena de la tradición oral, es en la épica donde se va a unificar lo particular con lo colectivo, en el caso de À la Recherche du Temps perdu, con la experiencia auto-ficcional de su autor.

     

    Aquí Benjamin vuelve a jugar con el sentido de los términos: Ein-gedenken es, entre otras cosas, “recordar Ein-heiten, singularidades”. Sin embargo, esas singularidades que sólo habitan la obra ficcional se funden con la memoria histórica de los lectores. De modo que la originalidad de la categoría Eingedenken de Benjamin radica en su expansión de la narración individual (biográfica o ficcional-biográfica) a una colectiva.

     

    Benjamin venía trabajando en el tema del narrador desde finales de la década del 20. Como muchas otras obras que escribió en el exilio, en “El narrador” entrelaza reflexiones teóricas, literarias, culturales y mediáticas que hace mucho tiempo lo tenían ocupado. En algunos de estos trabajos, incluso había planteado la tesis de su ensayo: la narración está llegando a su fin. Esta idea debería conducir a una nueva teoría de la narración, opuesta a la teoría de la novela de Georg Lukács. Los diecinueve capítulos que conforman este texto pueden ser vistos como Denkbruchstücken [fragmentos de pensamiento]. 

    Son los mismos arabescos entrelazados que conforman la imagen de Proust. En “El narrador” tejer e hilar no pueden entenderse sino como una actividad en comunidad. Una comunidad basada en una comunicación artesanal, en donde el tejido es la síntesis de la unión entre la materia, el espacio y el tiempo. Benjamin contrapone la narración no sólo a la novela, sino también a la información: espontánea, local y con pretensiones de ser verificable. La novela genera lectores en soledad; la información, individuos ansiosos de novedad; la narración, un colectivo. Y las experiencias colectivas son las que tienen la llave para acceder a un despertar político que conduzca a una praxis transformadora del presente.

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