Walter Benjamin

    La tarea del traductor / ​Franz Kafka 


    Textos 

    2017, 96 pp.  

    isbn: 978-987-46505-0-4 


    La tarea del traductor (1921)

    Existe una forma concreta que puede asumir el lenguaje en un contexto histórico: una obra, una traducción. Las grandes obras literarias superan los cambios históricos de su lengua original y es, en la traducción, que trascienden también el ámbito de su propia lengua. La traducción, entonces, debe ser entendida como una forma de la "supervivencia" del original de una obra, pero con el objetivo de manifestar “la profunda relación que guardan las lenguas entre sí”.

    Benjamin parte de la afirmación de que “todo vínculo supra-histórico reside más bien en que cada una de las lenguas pretende exactamente lo mismo; sin embargo, ninguna puede alcanzarlo por sí misma, sino solamente complementando la totalidad de sus intenciones: la lengua pura”.


    ​Así, la manifestación de esta lengua pura no es más que la continua transformación de las lenguas en el intento de conseguir la armonía de todas sus maneras de designar. La traducción se nutre de esta constante renovación del lenguaje y a su vez, se regocija en la vida eterna de las obras, siendo ella una forma que revela transitoriamente la distancia entre las lenguas o su voluntad de reconciliación.


    ​El traductor y el filósofo, de este modo, comparten su tarea.

     

    Franz Kafka (1934)

    ​Benjamin da cuenta del universo kafkiano como parte de una era pre-histórica, un mundo deformado, imposible de ser gobernado por leyes accesibles o jerarquías establecidas, en el que sus personajes solo podrían salvarse representando una fábula.

    ​Es la forma que emplea Kafka para desarticular el mito, y en la que el gesto se convierte en su única garantía. Es la disolución de los “acontecimientos en sus componentes gestuales”, su obra como un código de gestos que lejos de representar un símbolo, “extrae su significado de contextos constantemente cambiantes”.


    ​Y entre todos, el olvido es, para Benjamin, el gesto más grande. No sólo porque permite comprender la técnica narrativa de Kafka, sino también porque expresa una experiencia existencial de la modernidad: “La invención del cine y de la fotografía ha llegado en una época de extrema enajenación entre los seres humanos, de impredecibles relaciones mediatizadas (...) En la pantalla, las personas no reconocen su propio andar o en un gramófono, su propia voz”. Estos sujetos semejantes a los personajes kafkianos, dan cuenta de la importancia o sorpresa de las cosas –y de sí mismos– tan sólo como la presencia momentánea de lo ya olvidado. Así, el gesto del olvido sumado a todos los olvidos desde el mundo pre-histórico, constituye la fuente de la que surge el inagotable mundo etéreo de las narraciones de Kafka, sus formas inciertas y su propia animalidad.

    Benjamin - La tarea del traductor / Franz Kafka

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    Walter Benjamin

    La tarea del traductor / ​Franz Kafka 


    Textos 

    2017, 96 pp.  

    isbn: 978-987-46505-0-4 


    La tarea del traductor (1921)

    Existe una forma concreta que puede asumir el lenguaje en un contexto histórico: una obra, una traducción. Las grandes obras literarias superan los cambios históricos de su lengua original y es, en la traducción, que trascienden también el ámbito de su propia lengua. La traducción, entonces, debe ser entendida como una forma de la "supervivencia" del original de una obra, pero con el objetivo de manifestar “la profunda relación que guardan las lenguas entre sí”.

    Benjamin parte de la afirmación de que “todo vínculo supra-histórico reside más bien en que cada una de las lenguas pretende exactamente lo mismo; sin embargo, ninguna puede alcanzarlo por sí misma, sino solamente complementando la totalidad de sus intenciones: la lengua pura”.


    ​Así, la manifestación de esta lengua pura no es más que la continua transformación de las lenguas en el intento de conseguir la armonía de todas sus maneras de designar. La traducción se nutre de esta constante renovación del lenguaje y a su vez, se regocija en la vida eterna de las obras, siendo ella una forma que revela transitoriamente la distancia entre las lenguas o su voluntad de reconciliación.


    ​El traductor y el filósofo, de este modo, comparten su tarea.

     

    Franz Kafka (1934)

    ​Benjamin da cuenta del universo kafkiano como parte de una era pre-histórica, un mundo deformado, imposible de ser gobernado por leyes accesibles o jerarquías establecidas, en el que sus personajes solo podrían salvarse representando una fábula.

    ​Es la forma que emplea Kafka para desarticular el mito, y en la que el gesto se convierte en su única garantía. Es la disolución de los “acontecimientos en sus componentes gestuales”, su obra como un código de gestos que lejos de representar un símbolo, “extrae su significado de contextos constantemente cambiantes”.


    ​Y entre todos, el olvido es, para Benjamin, el gesto más grande. No sólo porque permite comprender la técnica narrativa de Kafka, sino también porque expresa una experiencia existencial de la modernidad: “La invención del cine y de la fotografía ha llegado en una época de extrema enajenación entre los seres humanos, de impredecibles relaciones mediatizadas (...) En la pantalla, las personas no reconocen su propio andar o en un gramófono, su propia voz”. Estos sujetos semejantes a los personajes kafkianos, dan cuenta de la importancia o sorpresa de las cosas –y de sí mismos– tan sólo como la presencia momentánea de lo ya olvidado. Así, el gesto del olvido sumado a todos los olvidos desde el mundo pre-histórico, constituye la fuente de la que surge el inagotable mundo etéreo de las narraciones de Kafka, sus formas inciertas y su propia animalidad.

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